Hay ocasiones en las que queremos cosas contrapuestas: una cosa y su contraria, queremos que los dos funcionen y además estamos convencidos de que ello
es posible. Ejemplos podemos encontrar muchos:
- ...no quiero invertir en formación pero a la vez quiero que el personal siempre haga las cosas de forma correcta e impecable...
- ...quiero que mis empleados obedezcan mis indicaciones a pies juntillas, pero a la vez quiero que tengan criterio propio y lo utilicen cuando haga falta...
- ...le he bajado el salario al personal pero a la vez quiero que estén involucrados y motivados...
- ...no valoro a mi personal pero a la vez quiero que confíen en mí...
- ...fuerzo las situaciones apelando a la autoridad y la fuerza pero a la vez no quiero que haya conflictos...
- ...marco salarios variables con bonificación para el porcentaje de empleados con mejor desempeño, pero a la vez quiero potenciar el trabajo en equipo...
- ...tiro al suelo la autoestima de la gente, pero a la vez quiero que estén motivados...
- ...cambio mi discurso según conviene a mis intereses pero a la vez quiero que cuando digo algo la gente se lo crea...
- ...no acepto las críticas pero a la vez no quiero que me digan sí como a los tontos...
- ...quiero tener la mejor calidad pero a la vez quiero ser el más barato y el más rentable...
- Etc.
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Es fácil ver en los ejemplos que propongo que las consecuencias de las acciones serán justo las opuestas de las deseadas, pero es tremendamente difícil en
nuestra vida diaria darnos cuenta de nuestras propias dicotomías, en el sentido de cuando creemos que una cosa y su contraria son ambas verdaderas.
Por ejemplo, si cambio mi discurso en función de lo que me interesa (acción), podré tener credibilidad mientras mi público no se percate de ello, pero en
el momento en que lo haga, mi credibilidad se habrá evaporado (consecuencia). No podré por tanto querer posteriormente que crean en lo que digo,
simplemente porque lo digo yo. Sin embargo en ocasiones es precisamente esto lo que pasa: creemos que podemos cambiar el discurso según nos convenga,
aunque se note y además tener credibilidad. Estamos convencidos de ello.
Llamo a estos ejemplos "La Esquizofrenia en la Gestión" porque, al igual que en esta patología, tiene como base una profunda alteración en la percepción de
la realidad aunque, evidentemente, no quiero decir con ello que el que tenga estos comportamientos en alguna ocasión sea esquizofrénico; sólo es una forma de hablar.
Entre otras cosas porque todos tenemos este tipo de comportamientos en ocasiones. Quizá el proceso de aprendizaje y de acumulación de experiencias es un
proceso en el que vamos dándonos cuenta (entre otras cosas), de que determinadas acciones tienen unas repercusiones lógicas e inseparables que no podemos evitar.
No podemos tirar de un extremo del palo sin llevarnos el otro extremo detrás.
También y desde cierto punto de vista podríamos decir incluso que el sentido común es precisamente la capacidad de darse cuenta de las consecuencias lógicas
e inevitables que conllevan determinadas acciones y actuar en consecuencia, de ser coherente. Bajo este punto de vista, esta "esquizofrenia" sería justo
lo contrario del sentido común.
Esta forma "esquizofrénica" de actuar es muy común, todos actuamos así en ocasiones en mayor o menor grado, aunque evidentemente unos más que otros. De hecho
en el mundo interconectado de hoy llueve formación e información relativa a management, sobre muchos aspectos que son conocidos y compartidos por muchas
personas pero que luego los ignoran en su día a día. Scott Adams, en su tira cómica Dilbert, refleja habitualmente
muchas de estas situaciones de forma tremendamente divertida.
Pero lo peor es que tiene unas repercusiones muy graves para el desempeño de la empresa cuando aparecen casos como los ejemplos que pongo arriba en
directivos de alto nivel. Por mucho que nos empeñemos las consecuencias de determinadas acciones son las que son. Pero es que además cuando un ejemplo de
estos aparece y perdura en el tiempo es por una escasa capacidad de autocrítica y de escucha a los demás (que sí notarán mi dicotomía) junto con una
gran capacidad de autoengaño. Esta situación puede dar al traste, o al menos disminuir considerablemente, el desempeño de personas tremendamente
brillantes en otros aspectos, al igual que un pequeño enganchón en la ropa puede llevar a rasgar esta si nos empeñamos en tirar, cuando sería más fácil y
efectivo parar, retroceder un poco, y desengancharla.
Descubrir nuestras "esquizofrenias" por nosotros mismos puede ser notablemente difícil en ocasiones: normalmente forman parte de nuestros paradigmas, de la
forma en la que vemos el mundo. Si es así la casi la única forma de descubrirlos será porque los demás no los hagan patentes, lo cual será imposible si no tenemos
capacidad de escucha.
Detectar y corregir una de estas "esquizofrenias" en nosotros mismos será también probablemente un proceso doloroso, pero tiene su recompensa: muy
probablemente nuestro desempeño aumentará un mil por cien. Habremos desenganchado nuestra ropa, lo que nos permitirá avanzar sin nada que nos frene.
Y tú, ¿tienes algún ejemplo de cómo estas esquizofrenias frenan el desempeño de personas u organizaciones?
Gracias por leernos y hasta el siguiente artículo.